Hoy encontré cientos de papeles tirados en mi habitación. Todos completamente arrugados. Pero que pasó aquí, me pregunté. Empecé a revisar uno por uno y no había nada, ninguna letra, ningún escrito, todos en blanco. Lo que los diferenciaba eran sus arrugas, unos tenían más que otros y por más que trate de desarrugarlos fue imposible. Sus marcas eran la huella que cada palabra, gritó, golpe, desilusión, lágrima y dolor dejaron en un corazón destrozado.
Imagínate que una persona es una hoja de papel a la que no has tratado correctamente ni con el respeto que se merece. A la que has humillado, maltratado, odiado, despreciado e ignorado. Piensa por un momento el dolor que tu comportamiento pudo causar y las marcas de por vida que pudiste dejar.
Así es, trata de quitarle todas las arrugas a esa insignificante hoja de papel, escribe sobre ella un bello poema, has un precioso dibujo y mira como a pesar de todo tu esfuerzo por adornar ese papel arrugado con belleza, amor, pasión y ternura; no puedes hacer nada, es muy tarde porque las marcas ya están ahí para siempre.
Un pobre papel arrugado que nunca volverá a ser igual. Un papel arrugado que por culpa de tus acciones sólo será eso, un papel arrugado y nada más.
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